A finales de febrero, el día que nos iban a abrir la puerta porque ya llevábamos siete días de encierro (desde el día 15 martes, aunque la realidad era anterior) he leído las lecturas de la Eucaristía y me ha llamado la atención la carta del apóstol Santiago, os la ofrezco para que reflexionéis, (si tenéis tiempo, porque vivís muy ajetreados) pues me parece muy interesante
Los pecados de la lengua St, 3, 1-10
Hermanos míos sois demasiados los que pretendéis ser maestros, y tened por cierto que los que enseñamos seremos juzgados más severamente, porque todos pecamos de muchas maneras.
Si alguien no falta en hablar es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar su persona entera.
A los caballos les ponemos bocado para que nos obedezcan, y así dirigimos a todo el animal; lo mismo sucede con los barcos: por grandes que sean y a pesar de la violencia de los vientos, mediante un pequeño timón, son dirigidos adonde quiere el piloto. (Aunque a veces hay naufragios)
De la misma manera, la lengua es un miembro pequeño, pero puede alardear de muchas hazañas
Mirad cómo una chispa pequeña basta para incendiar un gran bosque.
También la lengua es una chispa, entre los miembros del cuerpo la lengua representa un mundo de iniquidad, contamina a la persona entera, pone al rojo el curso de la existencia y sus llamas vienen del infierno.
Animales salvajes y pájaros, reptiles y peces de toda clase, han sido y son dominados por el hombre.
Por el contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre activo y lleno de veneno mortal.
Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios.
De la misma boca salen la bendición y la maldición.
Pero no debe ser así, hermanos.
¿Acaso brota el agua dulce y la amarga de una misma fuente?
¿Acaso, una higuera puede producir aceitunas, o higos una cepa de vid?
Sed felices y que Abbá os bendiga os desea este amigo de La Salle.
Pont d’Inca 2 de marzo de 2022