El 31 de enero se realizó la presentación del libro “Francisco, puertas abiertas y zapatos gastados”: no hace falta que diga de quien se trata. Le conocíamos todos. Eso lo dejo atrás, voy a pasar a mis “ratos con Fran y el Abbá”
Aprovechando los hermosos días que Dios nos ha dado en estos finales de enero y comienzos de febreros estoy leyendo en la terraza; Sentado en la blanca butaca de plástico que allí tengo para mi lectura…
Aprovecho para contemplar los cactus, las habas, los ajos,… del “Huerto urbano del abuelito H. Félix”.
Estoy leyendo el libro y de cuando en cuando me quedo abstrído dialogando con el Abbá…comentando el libro…
¡Qué maravilloso era tu hijo adoptivo Fran!
Cuando nos bautizan nos dicen que ya somos tus “hijos”. O como dice el evangelista Juan: Cap. 1, 12 “ A todos los que le recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios”. Todos somos tus hijos Padre. ¿Recuerdas a tu Hijo? Nos decía: <Cuando recéis habéis de decir: “Padre nuestro que estás en el cielo…”>
¡Abbá!, me pregunto, ¿Si así es tu hijo adoptivo, tan maravilloso, tan humano, tan sonriente…?
¿Cómo es tu Hijo? Sí, Jesús, que se hizo Niño pequeño, con sus pañales por nosotros, que murió en la cruz por nosotros…
Y sobre todo me pregunto: ¿Cómo eres Tú?
Recuerdo ahora un sueño que me contó mi amiga Lola… ¡Tu hija predilecta!
Una noche tuve un sueño… soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.
Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras… del Señor.
Cuando la última escena pasó… miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena, y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.
Me di cuenta que eso sucedía en los momentos más duros de mi vida.
Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor:
– Señor, Tú me dijiste, a través de tu Palabra, (tu Hijo Jesús) que siempre estarías conmigo a lo largo del camino de mi vida. Sin embargo durante los peores momentos de mi existencia veo que hay en la arena sólo un par de pisadas…
No comprendo porque Tú me abandonabas en las horas en que yo más te necesitaba-.
Entonces, Él, fijando en mí su bondadosa mirada me contestó:
– Mi querido hijo. Yo siempre he estado contigo, siempre te he amado y jamás te abandoné en los momentos más difíciles.
Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas… eran justamente las mías porque en los momentos difíciles de tu vida te llevaba en mis brazos-.”
Recuerdo ahora algún texto del libro < La rueda de la vida > de Elisabeth Kübler-Ross que hablando sobre la muerte dice:”…<<Y al final de nuestros días vamos a bendecir nuestra vida porque hemos hecho lo que vinimos a hacer>>.
La lección más difícil de aprender es el amor incondicional.
Morir no es algo que haya que temer; puede ser la experiencia más maravillosa de la vida. Todo depende de cómo hemos vivido.
La muerte es sólo una transición de esta vida a otra existencia en la cual ya no hay dolor ni angustias.
Todo es soportable cuando hay amor.
Mi deseo es que usted trate de dar más amor a más personas.
<<Lo único que vive eternamente es el amor>>.
(La Rueda de la Vida. Página 379)
Paterna, febrero de 2020
Hno. Félix Benedico